DALE QUE SOMOS MUCHES

por Andrea Beltramo


Estar

Dijo, dale. Y ella respondió, sigo siendo dueña de mi cuerpo.

La mirada franca, honesta. Sigo siendo dueña de mi cuerpo.

Sigo siendo.

Sigo dueña.

Sigo.

Un mantra de tan sólo cuatro segundos.

¿Sigo siendo dueña de mi cuerpo?

La consigna que hasta hace poco se multiplicaba en las calles, hoy deviene interrogante. La propiedad del cuerpo que ahora anda vigilado, contabilizado, vuelto estadística, organizado en posición, forma y vestido. Su cuerpo. El que nombra, el que le pertenece. Dice, su cuerpo. El que conoce de a ratos, portador de memoria, desbordado. Herido de furia, vulnerable y expuesto. ¿De qué sirve la propiedad?, ¿cuánto tiempo?, ¿vendrán a buscarlo?

Se lo llevan, sólo cuatro pueden venir, dicen.

Pero somos más. Somos muchos más, dicen.

Sólo cuatro.

…y resuena de lejos, sigo siendo dueña de mi cuerpo.

Mirando a cámara. Sin dudar, lo dice.

Del otro lado, el gesto de una mujer que no pregunta,no entrevista, no interroga. Enciende la cámara y dice, dale. Anima, propone y está presente para algo más que un registro y un documento, para revisitar el vínculo. Para ser dos.

Ahora dos es mucho, ya son dos cuerpos.

Entre quien dice y quien escucha, ese es el acontecimiento.

Resistir

Ahí va, dice.

Ahora son dos que hablan. La que propone y las que abrieronla puerta de la casa. Resistimos, dicen. Porque nos faltan las pibas, porquecada día falta una más, dicen.

Dale, dice.

Resistimos porque luchar es una forma de sanar nuestras heridas y acompañarnos entre todas, dice.

Decilo de nuevo, dice.

Resistimos (pausa), porque (pausa), luchar es una manera, también, de sanar nuestras heridas y de acompañarnos entre todas, dice.

Dice, dice, decilo, una más, otra vez, decilo. Otra vez, dice, decilo. ¿Lo digo?, decilo. Digo, decilo, dijo, dice. Decilo. Una vez, otra vez. Para sanar. Hay que sanar. Mi cuerpo es mío, soy dueña, decilo. Digo, que es mío. Lo sano, lo cuido. Dale, decilo. Resistimos.

Con todas las banderas, todas las consignas y todas las ausencias.

Decilo otra vez. Porque existimos, decilo.

Decilo para que resistan, para nosotras, que resistimos.

Que agote, que sature, que se replique, se escuche. ¿Lo escuchan?, ¿se oye?, porque resistimos. ¿Se está escuchando?, Sí, dale. ¿Entonces?, decilo, que urge.

Resiste en silencio, como pájara, mirando la ciudad confinada. Con el cuerpo cubierto de añoranza. De abrazo, de encuentro, con el grito ahogado. Masticando viento. 

Hacer

Ahí, dice. Está lista la cámara.

Resisto en el feminismo, resisto luchando y no estando quieta, dice.

Porque queremos ver una sociedad más justa y diversa.

Todes, nosotras, nosotros, nosotres, todas.

Dale, dice

Cuando toma aire, justo antes de decir, el pañuelo en la boca se infla y se desinfla. Una danza del cuerpo justo antes de la palabra.Una danza del aire que contiene el cuerpo y se acumula en la boca. Una danza de pecho hinchado para decir. Soltar el aire y decir. Soplar, suspirar, aliviar el cuerpo del aire contenido. La sonrisa en los ojos, se ríe el cuerpo en los ojos. Mientras, el pañuelo baila en la boca.

Resisto haciendo espacios de encuentro en la virtualidad, dedicados al goce.

Dedicados al goce, resisto en el goce. Mi cuerpo me pertenece.

Me pertenece en el goce mientras resisto.

Un poco después, algunos días después, aquella que dijo dale, ahí va, ahora, y en un pequeño movimiento encendió la cámara, me manda las fotos, me dice que hay audios, que los escuche. No sé, le digo. Dale,dice, dale, escribí, decilo. Decí vos también. Escribilo. Que también urge. Con esa forma política que tiene la escucha, favorecer la palabra. Nombralo, que sana. Creéme que sana. Dicen que hablar sana. Y entonces escribo. Con demora,porque no sé qué hay que decir. Hasta que entiendo todo. Hasta que nos veo diciendo. Y entiendo todo. La ternura en escena que dice. Que tiene la fuerza del murmullo. Del decir por lo bajo, sin euforia. No son tiempos de euforia.Entiendo que mejor es seguir diciendo, pasarlo de boca en boca, decirlo al oído, así de cerca. En nuestra forma, sin tapaboca, una a una, cada vez. Decirlo siempre. Dale, me dice. Y ese es el gesto político más poderoso de este, nuestro tiempo.

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